martes, 15 de junio de 2010

La Dismorfofobia


La dismorfofobia es un trastorno mental que genera una imagen distorsionada del propio cuerpo. Se le diagnostica a aquellas personas que son extremadamente críticas de su físico o imagen corporal a pesar del hecho de no tener un defecto o deformación que lo justifique. Los que padecen de dismorfofobia frecuentemente evitan el contacto social e incluso mirarse en el espejo por miedo a ser rechazados por su fealdad. O pudieran hacer lo contrario, mirarse excesivamente en el espejo y criticar sus defectos


Esta preocupación causa un deterioro significativo en la vida cotidiana de quien sufre el trastorno, como por ejemplo, su funcionamiento en el trabajo, estudio, relaciones y otras áreas de su vida. A veces incluye el evitar aparecer en público e incluso ir a trabajar, comportamiento como salir de casa sólo de noche para no ser vistos o no salir en absoluto, llegando al aislamiento social. En casos extremos puede haber intentos de suicidio.
La dismorfobia es mucho más común entre jóvenes de clase alta, con pocos o ningún defecto físico. Influenciados por los medios de comunicación y los altos estándares de belleza actual, empiezan a tener una percepción erronea o exagerada de defectos físicos imperceptibles o imaginarios.

Esta preocupación excesiva por un detalle físico lleva tanto a hombres como a mujeres a una serie de conductas:

- Invierten gran cantidad de tiempo en intentar camuflar la parte de su cuerpo con la que están disconformes, por ejemplo, llevando el pelo largo, gafas de sol oscuras, llevando mucha ropa incluso en verano etc.

- Evitan mirarse al espejo o, por el contrario, consumen gran cantidad de horas delante de él para analizar su “defecto”.

- Evitan salir a la calle, encuentros sociales etc.

- Evitan hacerse fotos o verse en ellas

- Se comparan continuamente con otras personas

- Interrogan continuamente a sus familiares y amigos sobre su aspecto

- Suelen acudir a médicos, dermatólogos y cirujanos plásticos para corregir ese supuesto defecto, no quedando conformes con las soluciones o resultados que se les da, ya que se trata de un problema psicológico, no físico.

A continuación expongo un caso real para que podáis comprender como se siente una persona que padece dismorfofobia:

“Sentirse como el “hombre elefante”. Así es como me he sentido durante mucho tiempo, temblando por tener que salir a la calle. Un esfuerzo constante por vivir y relacionarme, por intentar llevar una vida normal y que no se me notara mi miedo: el pánico a uno mismo, a que los demás te miren, a verse reflejada en un espejo o un escaparate, a contemplarse en una foto o un vídeo...

Recuerdo que cuando llegué a la consulta y me preguntaron en un cuestionario qué es lo que más deseaba, escribí: poder pasear por la calle tranquila. Algo tan sencillo para la mayoría y tan difícil para los que sufrimos dismorfofobia. Bueno; pues ya casi lo he conseguido, mi vida ha dado un giro de 180º, hasta incluso me gusta salir a la calle...
Ahora soy capaz incluso de ir sola a un viaje organizado y pasarlo estupendamente con todo el grupo, como he hecho este verano. También soy capaz de ponerme la ropa y accesorios que más me gustan —mi última adquisición ha sido una camisa de tela africana de colores chillones— en lugar de intentar pasar desapercibida como hacía antes. Verme en una foto me costaba una depresión de varios días: ahora me hago infinidad, en unas me veo mejor y en otras peor, eso es todo. Ir a la peluquería, dejarme el pelo suelto, llevar falda, etc... En fin, todo lo que para algunas mujeres es sencillo, para mí era un infierno.
Hoy, mi postura ante la vida es más optimista, me gusta conocer gente nueva y relacionarme, comprar ropa, ir a conciertos, sentarme a tomar algo en un bar... cosas a las que mucha gente no da importancia, pero que a mí me exigían un esfuerzo tremendo. Llevo toda mi vida luchando hasta la extenuación contra un fantasma, creo que ahora voy a relajarme y divertirme...me lo merezco”.

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